Una las causas que impide a un niño desarrollar el lenguaje generativo radica en el predominio de la asociación de las palabras por semejanzas de sonidos y no por semejanza de significados. La idea de que las palabras forman campos asociativos no es producto de una elaboración teórica, sino que es la constatación de un hecho fisiológico. El criterio de asociación no responde a la actividad consciente ni a la voluntad de los sujetos. Está demostrado que en los sujetos normales las palabras se asocian significativamente, se asocian mediante un criterio de sentido. Ese criterio puede consistir en que se asocien palabras que designan objetos que aparecen en el mismo contexto, por ejemplo: en la cocina, o que tengan similitud de significados, por ejemplo: casa, apartamento, edificio..., o que tengan similar función, por ejemplo: herramientas...En cambio, en sujetos cerebro-asténicos, con alteraciones neurodinámicas, o en sujetos normales, en ciertas condiciones, estados de somnolencia, estados febriles, o niños con una capacidad intelectual límite, pueden ver alterados, en situaciones de cansancio, el modo de asociación significativa, por otro modo no significativo, basado en la semejanza sonora de las palabras, de modo que por la mañana el niño asocia de un modo y por la noche o cuando ya está cansado asocia de otra. Esto debe tenerse en cuenta para programar sus actividades.
En el desarrollo del lenguaje la incorporación o desarrollo de un nuevo recurso modifica completamente la relación entre todos los elementos de la lengua.
¿ Podemos servirnos del modo alterado de asociación de las palabras de algunos niños , asociadas mediante la semejanza de sus sonido, para dotarlos de un nuevo recurso lingüístico, del sistema verbal ? El soporte del sonido de una palabra está íntimamente vinculado a su morfología.
¿ Qué es un verbo?
“ El verbo es la palabra nuclear del sistema verbal, la de mayor riqueza significativa, y para algunos, el nudo sintáctico de la cláusula. Sus formantes son tan diversos y complejos, el entramado de sus relaciones forman una red tan abierta que abarca de alguna manera, casi todas las unidades funcionales de la oración.
Desde un punto de vista semántico, conjunta en una sola unidad el campo simbólico y el deíctico; y funde en su contenido la expresión de un proceso, acción, estado, situación, actitud, comportamiento..., asignados a algún actante que lo realiza en unas coordenadas temporales; la perspectiva más o menos subjetiva del emisor, atendiendo a las funciones-finalidades del lenguaje y sus modalidades, plasmadas en unos modos; así como la concepción de dichos procesos, acciones, etcétera, como un todo cerrado o en su devenir. Y todo ello en pocos soportes formales, en pocos morfos.” (1)
“ Las diferentes formas de flexión constituyen en cada caso una determinación del verbo. El valor expresivo de estas determinaciones, cuyo signo formal son las desinencias, se clasifica en categorías gramaticales, de número, persona, modo y tiempo. Los complementos, y aun el sujeto, delimitan en la oración la extensión de la acción verbal y contribuyen a fijar su contenido representativo. Asimismo expresamos con los adverbios modificaciones cualitativas y cuantitativas de la acción del verbo, de igual modo que los adjetivos califican o determinan al substantivo. Estos tres factores modificativos, morfológico el primero, sintáctico el segundo y léxico el tercero, se compenetran íntimamente dentro del organismo vivo de la oración, y se completan y sustituyen mutuamente de tal modo, que no es posible señalarles límites fijos en cuanto a la naturaleza de la modificación que imprimen en el concepto verbal.” (2)
Tenemos que comprender las diferencias fundamentales que entraña enseñar a un niño con graves problemas de desarrollo del lenguaje el sistema verbal y a un niño con un desarrollo normal del lenguaje.
Cuando en la escuela se enseña el sistema verbal, las declinaciones de los distintos tiempos verbales, lo que se hace es sistematizar como objeto de estudio lo que el niño ya conoce y usa de modo eficiente. Ese niño hace tiempo ya que ha adquirido la regla que le permite formular cualquier palabra verbal, cualquiera de las declinaciones de los distintos ftiempos verbales. Ese niño ha sido capaz de aislar la palabra que representa un proceso, acción, estado, situación, comportamiento... y ha deducido la regla de su determinación, de su formulación. A pesar de que no ha agrupado las distintas palabras verbales en un conjunto sistemático y ordenado por el uso y la costumbre, es plenamente competente con el empleo de los verbos, de modo que fácilmente puede reconocer empleos agramaticales de los tiempos verbales dentro de una oración.
Un niño con graves problemas en el desarrollo del lenguaje, quizás no ha sido capaz de encontrar las reglas de formulación de los tiempos verbales. Quizás use sólo formas no personales, el infinitivo, el presente, algunas perífrasis verbales que se corresponden con frases hechas de elevada frecuencia de uso...Sin embargo su buena memoria, su tendencia a asociar palabras por su sonido, y la constatación de que el sistema verbal español tiene pocos soportes formales, pocos morfos, que se repiten regularmente de modo muy extenso, hace que cada una de las declinaciones de cada uno de los tiempos verbales compartan muchos rasgos sonoros, fundamentalmente el pronombre personal antepuesto y la declinación. En este caso no sólo hay semejanza, sino que hay una identidad sonora a partir de la raíz. La cantidad de fonemas compartidos es casi siempre superior a los fonemas exclusivos constituyentes de la raíz.
Podemos preguntarnos qué enseñamos a un niño con problemas de lenguaje cuando le enseñamos de modo sistemático el conjunto completo de la declinación del sistema verbal.
Aunque es imposible determinar el efecto que tiene esta enseñanza en el conjunto del aprendizaje de la lengua, sabemos que estamos acomodándonos a la naturaleza de su peculiar modo de asociar palabras por semejanzas sonoras; estamos destacando por él, el sistema verbal que él sólo no pudo localizar; así le estamos ayudando a que su cerebro capte la regla de formación de los distintas formas verbales; la asociación del pronombre personal antepuesto y las declinaciones asociadas, han de ayudar a otros sistemas, como el deíctico, a formarse.
Hubo un tiempo en que algunos profesores del español preconizaron que era mejor enseñar los verbos y sus declinaciones, sin anteponer el pronombre personal correspondiente, basándose en que era redundante, en cierto modo superfluo.
Para Noam Chomsky las aparentes imperfecciones del lenguaje tienen una explicación.
“ Preguntemos entonces por qué el lenguaje tiene morfología; a qué se debe esta aparente imperfección. La cuestión principal hace referencia a una parte de la morfología. Por ejemplo la pluralidad de los nombres no es realmente una imperfección. Queremos distinguir el singular del plural, los sistemas externos quieren saber de eso. Así, en realidad, la pluralidad de los nombres es más o menos como las distintas palabras: de la misma forma que tenemos “mesa” y “silla”, tenemos singular y plural, y hay razones sensatas por las que el plural debería ser una flexión y “silla” no. A saber, todo tiene que ser singular o plural, pero no todo tiene que ser, o no, una silla.Los lenguajes formales no lo hacen, pero es que sencillamente no les interesa la singularidad y la pluralidad, ya que para ellos no es una diferencia interesante. Pero al lenguaje humano le interesa esta diferencia, así que dispone de ella como un elemento léxico, y las lenguas la expresan en forma de flexión debido a su generalidad en el sistema, algo diferente a la oposición entre “mesa” y “silla”, que no es generalizable. Esa parte, por lo tanto no es una imperfección. Lo que es una imperfección es la pluralidad de los verbos. ¿A qué se debe? Ya la tenemos en el nombre, así que ¿por qué tenerla en el verbo, o en el adjetivo? La flexión de número parece redundante, y esa sí que es una imperfección. Dicho de otro modo, ese rasgo, o esa incidencia del rasgo, pongamos, la pluralidad en el verbo no se interpreta. Sólo lo interpretamos en el nombre, y esa es la razón por lo que en las gramáticas tradicionales siempre se decía que el verbo y el adjetivo concuerda con el nombre, no al revés. En realidad hasta hace muy poco desde el punto de la gramática generativa o estructuralista, la concordancia parecía simplemente una relación. En ella no hay asimetría, se podría pensar que el que el verbo concuerde con el nombre no tiene más sentido que el que el nombre concuerde con el verbo. Y por lo que sabemos, si observamos las lenguas superficialmente, podría parecer que es la concordancia del verbo lo que cuenta, como en español, una Lengua de Sujeto Nulo. Parece como si fuesen los rasgos flexionales del verbo los que transmiten la información, no los del nombre. De hecho, hay estudios funcionales que llegan a esta conclusión.
Si sometemos estas cuestiones a la crítica minimista, las cosas parecen muy diferentes. Parece como si hubiera una verdad real en la idea tradicional de que el verbo concuerda con el nombre, y no al revés. Lo que concuerda, presumiblemente el verbo, el adjetivo, el artículo y demás, parece tener rasgos o incidencias de rasgos ininterpretables, rasgos que no son independientemente interpretados por los sistemas externos. Por lo tanto, ¿qué están haciendo ahí? Esa es la imperfección. Los rasgos son ininterpretables.”(3)
Según Noam Chomsky, los elementos redundantes, que parecen una imperfección de la lengua, sirven para que el enunciado sea legible, interpretable para la peculiar estructura mental de los seres humanos. Tiene la redundancia un propósito que sirve a los intereses internos de la lengua, a hacer legible ésta a los sistemas del pensamiento. De acuerdo con el Programa Minimista, se interpreta que el lenguaje humano está bien diseñado para su función. Pero esta función es doble, la una dirigida hacia el exterior, a la relación con el mundo, y la otra dirigida hacia el interior, a la relación con los sistemas funcionales del pensamiento. Noam Chomsky considera que la facultad humana del lenguaje es un órgano biológico propio de nuestra especie. Eso le sirve para hacer un símil con la función del hígado. Un observador imparcial, podría pensar que el hígado está mal diseñado, si está en Italia, y observa, cómo la afición al vino de los italianos, demuestra que el hígado tiene un mal diseño, pues no siempre es capaz de soportar los excesos con la bebida. En cambio si le preguntaran a ese mismo observador, y éste tuviera los suficientes conocimientos, si el hígado estaba bien diseñado para relacionarse con el páncreas, el estómago, el sistema circulatorio o el sistema excretor, diría que sí sin duda. Así que las aparentes imperfecciones del lenguaje, como la redundancia, están ahí porque cumplen alguna función válida para los sistemas internos.
Que la repetición tiene un valor es indudable. Piénsese que sin repetición no pueden acelerarse y automatizarse ciertos procesos. El pianista que sólo tras muchas repeticiones adquiere velocidad y precisión. El cerebro necesita de las repeticiones para encontrar estrategias que permitan automatizar los sucesos repetidos, para que esos sucesos puedan producirse con menor esfuerzo, liberando a la conciencia para que pueda acometer simultáneamente otras tareas. Los elementos redundantes serían como hitos dispuestos en la secuencia lineal del enunciado que permitieran la rápida legibilidad.
Enseñaremos al niño los verbos del modo tradicional, anteponiendo el pronombre personal. En este blog encontrará los primeros verbos que adquiere el niño pequeño. Ver entrada “Adquisición de las 100 primeras palabras” y “Adquisición de las oraciones interrogativas”.
Los verbos ser, estar y haber, hacer, dar y poner y otros se enseñarán sistemáticamente, y tres verbos que representen la forma regular de la primera, segunda y tercera conjugación, como , por ejemplo, cantar, comer y vivir. Una vez aprendida la conjugación de éstos se pasa a conjugar otros verbos de uso cotidiano. Después se puede dotar de significado a aquellas formas verbales que permiten una representación sencilla. Los verbos reflexivos, como peinarse o lavarse, se enseñan sistemáticamente. Durante estas conjugaciones surgen oportunidades de ejercitar otras enseñanzas. Así si conjugamos el verbo reflexivo peinarse y decimos: yo me peino, tú te peinas, etcétera..., como forma básica; luego podemos ampliar la forma básica: yo me peino, yo te peino, yo le peino, etcétera. Con la enseñanza de las conjugaciones verbales incidimos en la morfología verbal; las modificaciones sintácticas y léxicas, en el sentido apuntado arriba (2), son objeto de otro tipo de ejercicios. ¿ A qué edad comenzar la enseñanza sistemática ? Cuanto antes. Al principio puede conjugar en pos del educador; luego al unísono y luego sólo. Como la prosodia y el ritmo son elementos que contribuyen sin duda a la representación léxica, la enseñanza se hará con riqueza de inflexiones y con ritmo marcado. Si el niño sabe leer y no tiene lenguaje generativo, aprenderá leyendo y recitando. Más tarde conjugará de memoria. La tarea consiste en que sea capaz de completar la conjugación de un tiempo verbal cualquiera apuntándole la forma de la primera persona del singular. Para los niños con dificultades articulatorias es un excelente ejercicio de motricidad oral, pues al ser formas articulatoriamente muy similares, declinar sin equivocarse se convierte en un ejercicio de precisión articulatoria. Si las dificultades articulatorias tienen por base la existencia de estereotipos inertes, la lectura contribuye a que el alumno inhiba impulsos articulatorios no pertinentes. Formas verbales que repiten consonante en sílabas sucesivas, como vivir, beber..., favoreciendo con ello las perseveraciones articulatorias exigen aún mayor control articulatorio, con lo que puede enfrentarse al niño a tareas articulatorias cada vez más complejas. Pueden elegirse verbos que comienzen o contengan fonemas que queramos afianzar articulatoriamente. Las declinaciones pueden acompañarse de gestos que reproduzcan el significado del verbo conjugado y de actos de señalamiento de los actantes, de las personas, que representan los pronombres personales.
TEA* = Trastorno del Espectro Autista.
1. Introducción a la lingüística española.
Dirigida por D.Manuel Alvar.
Capítulo 10.
Morfología del verbo. La auxiliaridad.
César Hernández Alonso
Universidad de Valladolid (España)
Pág. 195-211
Editorial Ariel. Barcelona. 2000.
ISBN:84-344-8239-8
2. Curso Superior de Sintaxis Española.
D.Samuel Gili Gaya .
Pág.103
Editorial Vox.Barcelona.1973
ISBN 84-7153-307-3
3. Sobre la Naturaleza y el Lenguaje.
Noam Chomsky.
Pág.94-95
Cambridge University Press. Madrid.2003.
ISBN:84-8223-343-6