El desarrollo de la conducta del niño, regulada por la palabra del adulto , es un proceso que debe vencer ciertas resistencias.
Estas resistencias pueden proceder del mal procesamiento de los estímulos que dimanan de los objetos; por mal procesamiento debe entenderse que ciertas características físicas de los objetos provocan reflejos de orientación en el niño que le resultan irresistibles, cautivándolo; si un niño no consigue superar esta fase quedará a merced del mundo objetal.
El análisis comparativo del efecto de regulación de la conducta de las señales visuales y verbales nos permite ver el retraso de la formación del papel regulador de la palabra. Si a los 2 años un niño podía encontrar una moneda escondida ante sus ojos después de una pausa de 10 segundos, guiándose por la huella de su memoria visual, ésto no ocurría con las instrucciones verbales. Si a un niño se le daba la instrucción verbal: " La moneda está bajo la taza...
¡ encuentra la moneda ! ; y ésto se repetía tres veces, buscando y encontrando el niño la moneda bajo la taza, y luego se le advertía: "La moneda está bajo el vaso...¡ encuentra la moneda ! ; bastaba que demoráramos 10 segundos el inicio de la búsqueda para que se dirigiera de nuevo hacia la taza. Si no había demora se dirigía hacia el vaso.
La conducta orientada a un fin para que resulte estable, debe superar también la influencia de estímulos internos, que pueden proceder de estereotipos cinestésicos elaborados con anterioridad; de la tendencia a la desintegración del desarrollo de los planes previstos , si entre la elaboración del plan y su ejecución transcurre un lapso de tiempo suficiente que destruya el vínculo; o si en ese lapso de tiempo aparecen nuevos estímulos o nuevas actividades que atraigan la conciencia del sujeto a otros menesteres y provoquen el olvido de la primitiva conducta pretendida.
Las conductas que han de regularse por medio de la palabra requieren la capacidad de comprender instrucciones verbales cada vez más complejas.
No es menor la dificultad que proviene de la contradicción del carácter intrínseco de la palabra; la palabra emitida, como acto motor positivo, como acción , que requiere la enervación de un impulso nervioso y motor; este carácter de la palabra, puede entrar en contradicción con el sentido de la instrucción verbal, con el significado de la palabra, si ese sentido es no hacer algo.
El lenguaje es un estímulo complejo constituído por componentes no específicos (de impulso o de inhibición) y por componentes específicos (dotado de significados). El desarrollo de la complejidad de la palabra como estímulo debe vencer varias dificultades que se oponen a su desarrollo. El carácter impulsivo de la emisión de la palabra puede entrar en contradicción con su sentido, si el significado consiste en inhibir una acción. La excitación nerviosa provocada por la propia emisión de la palabra predispone a la acción, por la capacidad de irradiación de los procesos nerviosos. En los niños con autismo y en otros pacientes la explicación de que se produzcan paseos o carreritas aparentemente sin sentido proviene de la irradiación de procesos nerviosos a las extremidades inferiores.
La materia de la palabra, su sonido, también puede oponerse al tránsito a la forma específica del estímulo, al desarrollo del significado de la palabra, bien porque en ciertos niños prevalecen las asociaciones entre las palabras por similitud de sus sonidos y no por semejanzas de sus significados, como en los niños con desarrollos típicos; o bien, por defectos de oído fonemático, por incapacidad de distinguir unos fonemas de otros dentro del sistema de la lengua.
Los defectos articulatorios pueden desvirtuar o destruir el componente esencial del análisis articulatorio que se emplea para ayudar a determinar qué fonemas son los que constituyen una palabra. Este recurso lo usan ampliamente los niños cuando escriben al dictado, repitiendo en voz alta lo que dice el maestro. Por esto los maestros no deberían mandar a callar a los niños mientras estos escriben al dictado. Los niños sólo están tratando de hacerlo lo mejor posible. Afortunadamente los niños no hacen mucho caso a estos ruegos del maestro. Si realmente se les impide hacer uso de ese analizador articulatorio, haciéndoles morder un lápiz mientras escriben o morderse la lengua mientras escriben sacan 6 veces más faltas de ortografía.
Esta no es una relación exhaustiva de las causas que pueden oponerse al correcto desarrollo del papel de la palabra como regulador de la conducta del niño pero creemos que es suficiente para tratar de mostrar su complejidad.
Por último, la capacidad para atenerse a una instrucción verbal depende en gran medida del carácter de la instrucción verbal.
Las instrucciones que consisten en órdenes directas pueden ejecutarlas los niños a una edad más temprana.
Las instrucciones que consisten en órdenes indirectas mediadas por la aparición de señales aparecen más tarde y ocupan todo el tercer año y parte del cuarto. Un ejemplo de este tipo de instrucción es: " Cuando se encienda la luz, aprieta la pelota " . El niño debe analizar el estado de una situación previa, que precede a la acción y la condiciona. La organización de la acción del niño depende de la correlación de la instrucción verbal y del estado de la señal, apagada-encendida.
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